Era raro que la inmigración no hubiera saltado ya a la campaña. Y que lo hiciera de la forma en que lo ha hecho, de manera demagógica, cutre y canalla. La firmeza, pensaron, es un atributo especialmente valorado por buena parte de un electorado que espera que alguien les diga que va a barrer las calles de inmigrantes, restaurando la buenas costumbres. Sin duda, es un caladero de votos que, dadas las circunstancias, no han querido desaprovechar.

Algunos se animaron más de la cuenta, como Arias Cañete, pobre, que ya no puede ir a los bares y encontrarse con camareros que sepan servirle un cortao y una tostá con manteca colorá. El señor Rajoy, más prudente, se limitó a decir que él, como persona normal que es (algún día nos tendrá que explicar que puñetas entiende por normal), sólo pretende hacer un contrato para que los inmigrantes respeten las costumbres de los españoles, se sometan a la ley y aprendan el idioma de la nación. Que los buenos se queden y que los malos sean expulsados. Ah, y que si se quedan en paro, que también se vayan. Y si son musulmanes, lo mismo no obtienen suficientes puntos para entrar. Un mensaje lo suficientemente simple como para que todo el mundo lo entienda. ¿Inmigrantes de usar y tirar? ¿A quién le preocupa?.

Vayamos por partes. La cantinela de que los inmigrantes deben tener los mismos deberes que los españoles, repetida además tanto por PP como PSOE, ¡es tan absurda! Faltaría más. ¿Es que alguien piensa que eso no se produce ya? Es más, el problema no está en garantizar el cumplimiento de los deberes, que ya es una realidad, el problema está en que es falso que los inmigrantes tengan los mismos derechos. Pagan sus impuestos y deben cumplir las leyes sin que haga falta ningún contrato que lo diga, como no podía de ser de otra forma, pero siguen siendo ciudadanos de segunda mientras no puedan ejercer el derecho al voto, mientras estén confinados a los trabajos más duros y peor pagados, mientras que vivan a diario la discriminación y estén bajo sospecha por ser diferentes.

El PSOE, por su parte, parece sentirse incómodo en este terreno. Prefiere la política del apaciguamiento, rivalizando en estadísticas de expulsiones de inmigrantes. Hicieron un proceso de regularización y cambiaron el discurso de la inmigración con un enfoque más positivo. Es importante, pero no para dormirse en los laureles. La Ley de Extranjería vigente es un instrumento injusto e ineficaz, debe ser sustituida por una ley de inmigración que asuma este fenómeno como un hecho estructural de nuestra sociedad, una sociedad cuya diversidad cultural es irreversible. Y el voto, ¿para cuándo los inmigrantes dejarán de ser convidados de piedra en las elecciones? Sobran complejos y falta pedagogía, para decirle a la gente la verdad: que éste es un tema complejo pero que de ninguna manera debe asociarse a la delincuencia, el paro o la pérdida de no se sabe qué costumbres.

En realidad, no es un debate de ideas, sólo gesticulan. El PP sabe que su propuesta es humo, que medidas como la expulsión de todos los irregulares o el control férreo de las fronteras son perfectamente imposibles de aplicar, como ya tuvieron ocasión de comprobar cuando gobernaron y vieron cómo aumentaba el número de inmigrantes en situación irregular. La propuesta no persigue solucionar o mejorar nada, sólo persigue remover los sentimientos xenófobos de una parte nada despreciable de la población que esperaba una propuesta así para tener motivos para ir a votarles. Que les aproveche.

Francisco Morales
Coordinador de CEAIN
fcomorales12@gmail.com

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